5 años después de esta reflexión, os cuento…

 

Rubia, no tan sola y sin cáncer

El final del proceso ya está, ese momento que parecía que nunca iba a llegar, que futurizaba de forma fantasiosa, porque así me ayudaba a avanzar en el trayecto, está aquí, es hoy, era la semana pasada, o hace unos meses o quizá ya hace un par de años.

Lo cierto, es que no se acaba de olvidar, la brusquedad con que irrumpe el cáncer en la vida, te impide olvidarte de él y no sabes muy bien en qué momento es el final.

Nunca he temido por mi vida, afortunadamente el pronóstico siempre fue bueno y de final feliz si seguía toda la «traca”: cirugía, quimioterapia, radioterapia, dieciocho sesiones de Trastuzumab, más cirugía, otra cirugía, revisiones… en fin… eso es el final feliz.

Hoy 5 años después del diagnóstico,  mi dependencia de los médicos es casi igual a la de una persona de mi edad, pero durante  los 2 primeros años cada semana tenía alguna cita sanitaria, directa o a consecuencia del proceso.

El cáncer amplifica todo en la vida, multiplica por diez lo bueno y lo malo. Aquello que nos iba bien o estábamos a gusto en ese momento, lo amamos intensamente, con pasión desbocada. Aquello en lo que teníamos aspectos negativos acabamos por rechazarlo totalmente.

Por eso hay tantos cambios de vida cuando nos empezamos a reponer.  Yo no me atrevo a afirmar que sea  debido a la sensación de que la vida es efímera o que se pueda romper en cualquier momento. Cuando lo comento con mis “colegas” de cáncer y hacemos nuestra “cánceroterapia grupal” –charlas informales entre nosotras- observo que se debe a un sentimiento de recuperación del mando de nuestra vida.

En mi caso, durante el trayecto me sentí muy mal emocionalmente, mi autoestima bajó ostensiblemente y ello repercutió en una elevada inseguridad, hasta tal punto que puse en venta toda mi vida  -trabajo, casa, veraneo y hasta algunos amigos. Pareja y familia no, porque no tenía. Lo hice con tanta eficacia que lo logré en el trabajo, en mi refugio de verano y casi en mi vivienda habitual –suerte que un amigo mío me salvó en esto último-, el resto lo perdí y nunca me he sentido satisfecha.  Quería que todo cambiase. Tenía pánico de volver a lo cotidiano, cuando de lógica sería lo que desearía todo enfermo.

Los miedos salieron y se amplificaron,  no quería retomar la vida como la tenía.  Logré salir del proceso físico bastante más rápido que del proceso mental que era menos tangible.

Los amigos perdidos, se han quedado así, ellos son inteligentes y si no han comprendido la situación de montaña rusa en la que me encontraba, pues quizá sí que eran algo tóxicos. El resto son cosas y éstas no volverán.

Pues…. ahora toca reconstruir, después del tsunami, hay que aceptar lo que ha pasado, hacer una puesta a punto física y abrir la mente para ir añadiendo los muebles pertinentes.

Esto que se escribe en  pocas líneas dura más que todo el proceso y estoy en ello…

Quizá comencé cuando empecé a recuperar mi físico, mi pelo comenzó a ser como era antes, sí , eso vuelve,  aunque parezca mentira. Y no me refiero al primer cabello que crece rizado y encrespado, sino al que después se renueva y tiene tu imagen…. a mi eso me dió seguridad, ya habia ejecutado los desastres pero me miré al espejo y dije esa soy yo. Mi pecho nunca volverá a ser el que fué y todavia tengo “reparos” al mostrarlo, pero lo voy aceptando y hasta queriendo.

Voy buscando mi camino y he encontrado personas y entornos muy diferentes y ocupaciones diversas que me han llenado mucho,  he comenzado a disfrutar con las pequeñas cosas y me defino como “master in small things”. También he perdido algo que creo que es bueno cuando falta: la perpetuidad y el perfeccionismo.

Deseo disfrutar de mi trabajo, de mis proyectos, de mis cosas… de mis amigos, de mi gente…. no siempre puede ser, no nos engañemos, pero no suframos, aceptemos y busquemos salidas razonadas. No volveré a poner en venta mi vida, porque yo tengo el mando. Cuando suelte cosas,  será porque de verdad piense que son lastres, no porque esté muy cansada.

Me parece un lujo si tienes pareja que te acompañe en todo el proceso, una pareja buena que acreciente la relación,  que te cuide y te apoye.  El cáncer también es la prueba del nueve para la pareja.  Si no la supera se vuelve lo peor, el multiplicador actúa en ambos sentidos.

Ante esta reflexión… ¿el cáncer es una reválida que hace repasar la vida?

Anna Ramos Gironella

 ∼ Master in small things ∼

Psicòloga Terapeuta