La Psicooncología nace en la década de los ’70 como una subespecialidad clínica encuadrada en la Psicología de la salud y vinculada a una patología médica concreta; esta especificidad ha provocado, inevitablemente, que sea escaso el número de psicólogas dedicadas a la paciente con cáncer. De hecho, las psicooncólogas conformamos una pequeña familia más o menos bien avenida pero en ocasiones un tanto previsible y cansina. Los congresos mundiales constituyen un buen bálsamo para aliviar los efectos de tan sofocante endogamia. Compartir durante un par de días una sala habitada por medio millar de psicooncólogas, con un programa conformado por más de doscientas cincuenta comunicaciones orales, multitud de talleres y tropecientos mil posters, es una experiencia altamente recomendable que genera, a la par de un cierto aturdimiento, la benéfica sensación de romper el aislamiento provocado por la cotidiana actividad realizada entre las cuatro paredes de un hospital. Un verdadero soplo de aire fresco… que diría el cursi.
Durante el pasado mes de Agosto la ciencia psicooncológica se dio su anual baño de multitudes en las instalaciones de la Universidad Libre de Berlín, que acogió el 19º Congreso Mundial de Psicooncología, organizado por la IPOS (International Psycho-Oncology Society) y con la previsible presencia de varios miembros del equipo de psicooncologiaonline.com entre los asistentes.
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Desatendiendo lamentablemente mi labor como reportero crítico confieso que mi bloc de anotaciones se saturó de elementos anecdóticos y pueriles, mala cabeza la mía; la extraordinaria cantidad y calidad de la bollería ofrecida durante el congreso; la ubicua presencia de rostros orientales; la paranoica sensación de que todos los ponentes eran canadienses… buen material para construir un relato a la psicótica manera de James Ballard, infames apuntes para describir lo acontecido en una reunión científica. Y es que pese a lo imposible de la tarea, nuestra estimada administradora Elisenda continúa solicitando inflexible que me abstraiga de los pastelitos rellenos de mermelada y reporte, como es mi obligación, lo acaecido en Berlín. Ante el escollo de asimilar-acomodar la ingente cantidad de información ofrecida en el encuentro, optaremos por la vía fácil e intentaremos describir algunos rasgos de lo que denominaremos como el espíritu del congreso:
Por obvio da vergüenza decirlo pero la mayoría de congresos internacionales comparten una serie de lugares comunes, como por ejemplo escuchar al experto informar al auditorio de los resultados y análisis estadísticos de sus últimas investigaciones. Que no es que este mal, entiéndasenos, pero nos preguntamos… ¿no tienen otras disciplinas como la antropología, la historia o la lingüística algo importante que aportar para ayudarnos a explicar la experiencia cáncer?, ¿no sería necesario incorporar el conocimiento no experto de los pacientes como una contribución imprescindible en este tipo de congresos?, ¿existe todavía eso que en mi época denominamos metodología cualitativa? La fijación en la medición numérica y el resultado como estadística proporciona datos, datos, datos… normalmente de estudios con muestras muy pequeñas y escasos periodos de seguimiento. Echamos en falta comunicaciones que, más allá del análisis de regresión, reflexionen sobre el enfermar por cáncer desde una perspectiva más naturalista e integradora. Nos preguntamos, en último término, si el artefacto congreso científico no muestra ya signos de anquilosamiento y aterosclerosis que reclaman su superación por formatos más agiles y socialmente permeables.
Frente a posiciones reflexivas o analíticamente abstractas la Psicooncología se construye, cada vez con mayor intensidad, como una disciplina de la acción, es decir, basada en la creencia según la cual el tratamiento psicológico es capaz de mitigar y aliviar, transformar en suma, el sufrimiento que suele comportar el diagnóstico de una enfermedad como el cáncer. La descripción de programas de intervención y su impacto en los pacientes constituye el núcleo de lo dicho en este congreso mundial, unas intervenciones con una marcada tendencia a realizarse en formatos grupales en un cada vez más reducido número de sesiones. Que no es que este mal, entiéndasenos, pero nos preguntamos si al primar en el discurso psicoterapéutico aquellos elementos propiciadores de cambio no estamos obviando alguna de esas fases previas que fundamentan reflexivamente la necesidad de cambiar. O dicho en otras palabras, suelo finalizar los congresos con la agridulce sensación según la cual todo el mundo está haciendo muchísimas cosas, pero sabiendo poco de los motivos que justifican acción tan frenética.
Centrados en esta agridulce sensación recordar el lema de este congreso mundial: “Cancer throughout the lifespan. Addressing the psychosocial needs of diverse populations” («El cáncer a lo largo de la vida. Abordaje de las necesidades psicosociales de poblaciones diferentes»). Confieso que de un tiempo a esta parte utilizo frecuentemente el concepto psicosocial siendo consciente que, a semejanza de términos como modelo biopsicosocial o equipo interdisciplinar, a base de repetirlo constantemente se va vaciando de significado. O dicho de otro modo, no tengo nada claro lo que significa psicosocial en oncología, y aventuro que esta confusión puede estar bastante generalizada. Podríamos pensar que lo psicosocial nace como un intento de superar las clásicas variables clínicas utilizadas en el origen de nuestra disciplina, pero por lo constatado en Berlín raro es el estudio que no incluya en sus resultados las típicas mediciones de ansiedad, depresión, malestar emocional, estilo de afrontamiento… Que no es que este mal, entiéndasenos, pero nos preguntamos si nuestra adscripción entusiasta a lo psicosocial no prometía un cambio de paradigma que, ante su indefinición, manifiesta francas dificultades de materializarse en la práctica clínica e investigadora de la psicooncología. Tema de reflexión.
Ante su inminente muerte, Lady Macbeth reflexionaba sabiamente afirmado que la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido. Shakespeare no hubiera triunfado en el congreso de Berlín con semejante mensaje. Y es que la búsqueda de significado parece constituirse como el nuevo leitmotiv de la actividad de la psicooncóloga, una tarea que asume el paciente con cáncer como condición necesaria para adaptarse adecuadamente a los requerimientos de su enfermar. Por ejemplo, el programa de intervención generado por el equipo canadiense del Dr. Gary Rodin “Cancer and Living Meaningfully” (CALM) fue ampliamente difundido en este congreso mundial. Que no es que este mal, entiéndasenos, pero al omnipresente modelo de Victor Frankl se le pueden contraponer modelos distintos como los representados por Primo Levi o Jean Améry. Por ejemplo, ciertas tradiciones filosóficas afirman que el significado no es un elemento que deba ser buscado, sino que nace intrínsecamente ligado a la vivencia y la narración de la experiencia, que no hay nada que buscar más allá de lo vivido… ¿era Pablo Picasso quién decía Yo no busco, yo encuentro? Ante la hegemonía del “meaning” queda todavía pendiente la labor de analizar críticamente este enfoque psicoterapéutico.
Si bien la Psicooncología nace en torno al estudio de la reacción emocional y el afrontamiento ante el diagnóstico de cáncer, distintas derivaciones han ampliado este inicial foco de interés; se constata en el congreso mundial de Berlín que la psicoterapia del paciente con enfermedad avanzada, actualmente, constituye uno de los principales ámbitos de desarrollo de nuestra disciplina. Lo cual no deja de ser contraintuitivo atendiendo al incesante y espectacular incremento en los índices de supervivencia en cáncer y al interés de determinados sectores profesionales en desvincular lo paliativo de lo psicooncológico. Que no es que este mal, entiéndasenos, pero no deja de sorprender la tupida red de acciones y significados que se articula en torno a esa supuesta figura tabú del paciente moribundo; dignidad, búsqueda de sentido al final de la vida, síndrome de desesperanza… fueron conceptos omnipresentes en suelo alemán, lo que quizá apunte a la presencia de una nueva sensibilidad ante la muerte que será conveniente analizar críticamente en próximas entradas de este blog.
Resumiendo, dinero bien gastado; congreso mundial excelentemente organizado en un entorno sumamente agradable, gratificante en sus contenidos y, lo más importante, generoso en enseñanzas. En consideración a la extraordinaria bollería ofrecida en el congreso nos abstendremos de realizar nuestra habitual nota crítica del evento. Cierto, todos somos susceptibles de ser corrompidos ante las bondades de un tierno pastelito de crema.
…la Psicooncología se construye, cada vez con mayor intensidad, como una disciplina de la acción…
Enric C. Sumalla
Psicólogo, enfermero, antropólogo e historiador